- Porque se comen los tacos.
- Porque los que saben nadar, saltar y correr bien ya habían cruzado a los Estados Unidos.
En cierta ocasión rodeaban a la reina de un poderoso país, un diplomático mexicano y otros caballeros que lucían ostentosas condecoraciones, cuando de pronto aconteció algo, la reina no se pudo reprimir un pedo.
Sin embargo, no tuvo siquiera oportunidad de disculparse, pues el Embajador de Francia se adelantó y dijo:
- Pido indulgencia por mi falta incalificable, pero debo confesar que durante la Guerra del 14 contraje una enfermedad que me produce terribles bochornos como el de este momento.
- Demando perdón de sus excelencias, pero mi salud se halla afectada. Sólo el deber de cumplir con mi nación me ha hecho acudir a esta agradable tertulia.
El digno representante mexicano, adolecido de escasa habilidad política, pero sin desmerecer ante nadie por lo que respecta a educación y buenas maneras, habiendo escuchado lo anterior, se dirigió a los presentes:
- El próximo pedo que se tire la reina corre, completamente, a cargo de la embajada de mi país.
Un mexicano está tranquilamente tomando su desayuno, cuando un típico estadounidense, mascando chicle, se sienta a su lado. El mexicano ignora al yanqui, y el americano no muy contento con eso, trata de darle conversación preguntando:
Entran dos hombres en un apartamento pequeño, caliente y húmedo, arrastrando un muchacho flaquito y debilucho por los brazos.
Adentro está Big Leroy (alias La Cebolla), un negro enorme, sudado, hediondo, con cara de mala gente, palillo en la boca, limpiándose las uñas con un machete de cortar coco.
Uno de los hombres dice:
- Oye Big Leroy, el jefe mandó que te cojas por el culo a este sujeto hasta que no pueda más. Dijo que es para que él aprenda a no querer hacerse el valiente con la gente del barrio.
La víctima grita desesperada e implora perdón.
Pero Leroy apenas asiente con la cabeza, ignorando los lamentos del hombre:
- Pueden dejarlo ahí en ese rincón, yo me encargo de ese hijo de puta dentro de un momento.
(El Cebollas)
Cuando los dos hombres salen, el muchacho dice:
- Sr. Leroy, por favor, no me haga eso, déjeme ir que yo no le digo a nadie que usted. me dejó ir sin castigo.
Leroy dice:
- ¡Cállate la boca y quédate quieto ahí!
Cinco minutos después, llegan los dos hombres arrastrando otro individuo:
- Big Leroy, el jefe mandó que le cortes las dos piernas y le saques los ojos a este elemento para que aprenda a no llevarse el dinero del jefe.
Leroy con voz grave dice:
- Déjenlo ahí en ese rincón, que ya resuelvo ese asunto.
Poco después llegan los mismos hombres, arrastrando a un tercer muchacho:
- Big Leroy, el jefe dijo que le cortes el pene a este tipo, para que aprenda a nunca más meterse con la mujer del jefe. ¡Ah!, y dijo que también le cortes la lengua y todos los dedos para que no haya la mínima posibilidad que pueda tocar otra mujer en su vida.
Leroy con voz más grave aun:
- Ya resuelvo eso. Ponlo allí en el rincón junto a los otros dos hijos de puta esos.
Cuando se retiran los tipos, el primer muchacho que había llegado dice entonces en voz baja:
- Señor Leroy, con todo respeto, sólo para que usted no se vaya a confundir, yo soy el del culo, se acuerda, ¿no?